domingo, 18 de noviembre de 2012

El sentido de la amistad (I)

¿Qué es para ti una verdadera amistad?
 
Para mí, hay varios tipos de amistad. Las clasifico según la, por decirlo de alguna manera, intensidad del afecto, sacando cuatro grupos.

Por un lado están los que simplemente se caen bien y se lo pasan bien juntos, sin llegar a ser amigos propiamente dichos. Tan sólo se juntan por el interés o para divertirse.

Luego están los que, además de simplemente pasárselo bien, de alguna manera hablan de más cosas, incluso llegan a contarse sus problemas, pero no llegan más allá, no hacen mucho por resolverlos. Se parece mucho al primer grupo, y se pueden confundir con facilidad, pero en este existe un grado de afecto ligeramente mayor.

En el tercer grupo ya hay más diferencia respecto al anterior. Es lo que se conoce como "amigos", ahora sí, propiamente dichos. Son aquellos con los que te diviertes y estás a gusto (¿qué fuste tendría si así no fuera?), pero hay una cosa que lo hace completamente distinto a los dos anteriores. Las personas se ayudan entre ellas, lo que viene a ser una amistad propiamente dicha. Pero no es un "te ayudo y así quedo bien". Ni eso, ni se ayuda con ninguna clase de interés, eso no sería una verdadera amistad. Se ayuda porque se siente que se tiene que ayudar a un amigo. Amigo es aquel que ayuda sin esperar nada a cambio, en los casos más extremos, ni siquiera un agradecimiento. En este caso, se está con la persona en lo bueno y en lo malo, se le escucha, se le trata de entender, se le consuela (al menos se intenta), se le apoya, y se le saca una sonrisa en medio de las lágrimas. Los amigos se divierten y se apoyan unos a otros.

Pero, bien, si ese tercer grupo es la amistad propiamente dicha, lo que es una amistad en sí, ¿por qué hay un cuarto grupo? No todo el que lea esto compartirá mi punto de vista. Podrá ser más o menos parecido, pero raro sería que coincidiese en todo. Para muchos, las amistades se dividen en esos tres grupos. Para otros, como es mi caso, existe un cuarto grupo.

Se podría decir que es la versión extrema del tercer grupo. Es el ese grupo llevado a su máximo esplendor. Por lo general, los amigos de este tipo se cuentan con los dedos de una mano, si es que se tiene alguno. Se trata de esas pocas personas con las que la confianza es prácticamente plena. Digo prácticamente porque, en caso de que sea del sexo opuesto y sientas algo por esa persona más allá de la amistad, no se lo vas a decir... Por lo demás, lo ideal es que no haya distinción alguna, la más frecuente es precisamente esa: por lo general, una chica es más abierta en confianza a sus amigas que a sus amigos, y viceversa. Pero para todo hay excepciones. Me considero un ejemplo de ello. Se trata de las personas en quienes más confías, los alter ego, de los que ya he hablado en otra entrada. Sin embargo, tiene un defecto que los otros no tienen: el grado de afecto de este grupo y el amor son fácilmente confundibles. Creo que no lo he dicho antes, pero para mí el amor no es más que una amistad: es un afecto diferente. Aunque de momento no soy el más indicado para hablar de eso.

En mi caso, trato de evitar especialmente al segundo grupo. Siempre se tienen conocidos con los que te juntas para divertirte y poco más (1°) y muchas veces otros más de confianza (3°). Soy más de blancos y negros que de grises, los puntos medios de momento no son lo mío.
Sin embargo, el cuarto es algo sin lo que, siendo como soy, podría vivir hoy por hoy. En efecto, en mi caso se pueden contar con los dedos de una mano. Lo del amor es una putada, lo sé porque tengo mucha experiencia en ese ámbito, pero ese es el tipo de problemas que cada persona tiene su manera de resolver. Por eso es bueno contar con más de un amigo de este tipo: si te enamoras de uno, no puedes contar con él para todo lo que te gustaría.
Contar con una persona así es tan importante que hay veces que define una personalidad. En ocasiones, tu estado de ánimo se vuelve muy sensible a sus actos, lo que te hace más vulnerable al amor. Sin embargo, no todo el mundo tiene la enorme suerte de tener al menos un amigo así. Hay personas que pueden prescindir de esto más fácilmente, otras son simplemente incapaces.

Y saber que eres tan importante para alguien, sencillamente no tiene precio. No puedo hablar generalizando, porque sobre esto no conozco más que mi propia experiencia. Lo que sí puedo decir es lo que me pasó a mí. Esa sensación por un lado satisfactoria, sentir que al menos para una persona eres importante hasta ese nivel; y por otro, las ganas que te entran inmediatamente de querer ayudarla, solucionar todos sus problemas en un abrir y cerrar de ojos, como si así de sencillo fuera, sin pensar que puedes llegar a ser agobiante (que es lo peor que podría pasar).
Pero de alguna manera sientes que tienes que devolverle el favor que supone depositar esa confianza en ti, que confía en tu ayuda, y eso yo nunca lo paso por alto. No, porque para bien o para mal soy así, y porque sé lo que me gustaría que ocurriera en caso de que fuera al revés, ser yo quien diera la chispa que generara una gran amistad como esta. De hecho, la di, y no tardó en apagarse. Espero que esta vez encuentre algo en que prender fuego. Tengo esa esperanza.
Además, si cuando esa persona te cuenta cosas te sientes identificado, eso tampoco tiene precio.

En definitiva, para mí, la amistad como debería ser es el tercer grupo. Pero lo que es una verdadera amistad en toda regla es el cuarto. Es como si el cuarto grupo fueran dos ramas que salen del tercero: una es la amistad verdadera, y la otra es el amor verdadero. Lo que pasa es que a veces llega un momento en que la del amor se impone sobre la otra. La razón por la que es fácil confundirlas es porque están en el mismo grupo. Y eso es un gran problema.

Espero que de todas las personas que lean esto, haya al menos una que se sienta identificada y entienda realmente lo que se siente al pasar por algo así, y pueda comprender lo que escribo.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Hoy ha pasado algo horrible. Bueno, quizá no tan terrible. Pero lo suficiente como para derivar en las consecuencias que tuvo.

Estaba llegando a mi casa, pensando en lo que había ocurrido. Bajé del autobús. Saqué las llaves de mi bolsillo izquierdo, llegando ya a la puerta del residencial.
Me invadió un pensamiento. Muy frío. Muy profundo. Traía celos consigo. Ellos trajeron odio. Él trajo rabia. Ella trajo ira. Y la ira es algo que me resulta muy difícil de combatir. Algo con lo que me topo la mayoría de los días, por lo que ya estoy más que acostumbrado a ella.

Cogí las llaves, y con todas mis fuerzas las estampé contra el suelo. Con ello quería descargar aunque fuera una parte de mi ira. Pero lo único que conseguí fue romper un viejo llavero, al que le tenía mucho cariño.






Todo eso es real, menos el último párrafo. Pensé en tirarlas, estuve a punto, pero pensé que eso sería lo que iba a ocurrir y que no iba a sacar nada de provecho con ello. De alguna manera, he inventado una historia que me ha dado un motivo más para no dejarme llevar por los celos, tan difíciles de contener, pero que hasta ahora siempre los he vencido. Aunque sigan ahí, machacando, yo sigo aguantando. Pero a base de golpes, todas las murallas acaban derrumbándose...

domingo, 4 de noviembre de 2012

Cosas que pasan

Pondré un ejemplo: alguien tiene una sensación, cree que le gusta cierta persona pero no está seguro de ello. Esa persona es una amistad muy cercana y teme perder su amistad si surge el amor (esas son de las mejores personas que hay en el mundo), o por cualquier otro motivo quiere evitar el amor, porque sabe que no quiere llegar  a esa situación a toda costa, pero si se enamora lo pasará mal.

Bueno, pues todo ese sentimiento está de alguna manera "encerrado" en la mente de una persona. Nadie sabe con certeza de su existencia, salvo el sujeto. Por tanto el sentimiento puede ir o no a más en él, pero todo depende de la fuerza de voluntad de una única persona.
La cosa es, puede que en algún momento piense en coger a un amigo de confianza y contarle su malestar (puede ser este ejemplo u otro cualquiera). El problema es: si se lo cuenta, el sentimiento escapa de la mente del sujeto y pasa al mundo real. Un sentimiento que se convierte en una realidad es mucho más difícil de contener que uno "normal", si no imposible.

Si eres consciente de que alguien no cree, sabe que tú sientes eso, el sentimiento se va convirtiendo en una situación real poco a poco, hasta el momento que ni te lo planteas: te pasa eso.


Hay mil razones  para confiar en alguien. Pero también las hay para lo contrario. No se trata de desconfiar; tú puedes tener gente de confianza, incluso un alter ego, pero aunque te insistan porque ven que no estás como estás normalmente, tú prefieres contenerte por lo que he dicho antes, no por desconfianza, aunque necesites un desahogo.

Otra cosa es que tu alter ego sea la chica de la crees haberte enamorado, eso sí que es un gran problema.